Por Roberto Zurbano Torres*
Sara Gómez Yera (La Habana, 1943-1974) fue una cineasta excepcional en el contexto del nuevo cine cubano y latinoamericano que surge en medio de los años sesenta y eclipsa a finales del siglo pasado. Su obra total -textos críticos, documentales y cine de ficción- ocupa un espacio singular en el cine cubano de la Revolución. Una joven artista negra que desmitifica y desafía cualquier intento de reducirla a uno de sus tantas facetas: antirracista, feminista o antropológica. El cine de Sara es todo eso y mucho más, síntesis y fundación crítica de raigambre fanoniana que enriqueció las fronteras de lo racial, lo cubano y lo revolucionario, con gracia estética y rigor conceptual pocas veces ejercido en la pantalla nacional.
Es común presentarla como la primera mujer cineasta en Cuba, es justo destacar su recia conciencia racial y recordar su exquisita formación de clase media, pero resulta imprescindible marcar su compromiso con la cultura popular y su pasión crítica y autocrítica a través de las cuales expresó la complejidad de un mundo en construcción: aportando un cine de conciencia y la conciencia de un cine que señala virtudes y defectos de un proceso social que intentó a cambiar el mundo desde una isla del Caribe. Sara se atrevió a mostrar y fundir sus angustias éticas y estéticas con las incertidumbres del proceso revolucionario que tuvo lugar en la Cuba de aquellos años sesenta que entonces removieron el planeta.
El cine de Sara Gómez identifica tempranamente las máscaras de la colonialidad, particularmente en rostros de sujetos antes marginalizados (negros, mujeres, pobres, religiosos y jóvenes) que, inconscientes de sus posibilidades emancipatorias, iban a convertir la utopía revolucionaria en realidad, es decir, construir un mundo que sería nuevo sólo si podían convertirse, primero a sí mismos, en sujetos del cambio social. Sara anuncia la dificultad de ese cambio, mostrando las raíces del mundo que debía quedar atrás y exigiendo la llegada del porvenir: su misión fue acompañar al sujeto colectivo a entender el proceso que vivía, sus necesidades y sus posibles salidas. Hizo un cine que aun nos interroga sobre la conciencia crítica del sujeto subalterno.
Su obra documental ha crecido con el tiempo y su único filme de ficción sigue perturbando a espectadores y críticos desde los presupuestos de su triple conciencia (racial, femenina y política) con las cuales ofrece y evalúa un mundo cuya historia cultural ella dominaba como pocos intelectuales del momento. Sus piezas cinematográficas rotundamente biográficas, antropológicas y políticas poseen un vuelo estético proporcional a su capacidad inquisitiva y a la transparencia de su discurso ético. Su obra aun desangra temas difíciles en la sociedad cubana del siglo XXI (sexismo, racismo, religiosidad, marginalidad), quizás por eso sigue rodeándola el silencio, el misterio y la luz que solo alcanza a los verdaderos clásicos.
*Roberto Zurbano Torres. Ensayista y crítico cultural.